Un suspiro corre entre la gente que observa, con sus rostros hacia arriba, a la Luna Llena cuando el oscuro borde de la sombra de la Tierra comienza a fluir atravesándola. El pequeño fuego que se encuentra en el centro del claro es cuidadosamente apagado, y en la oscuridad, el grupo guarda silencio y queda expectante.
La Luna, mitad luz, mitad oscuridad, anuncia la llegada de la procesión.
De entre los árboles y de la oscuridad, un pequeño grupo de mujeres camina lentamente hacia el claro, lideradas por una Crone Ancestral que lleva una capa de color rojo brillante y se apoya pesadamente en un bastón. Cada una de las mujeres viste un manto negro y un velo que cubre su rostro. La procesión se detiene y se vuelve para mirar hacia arriba, el blanco cabello de la representante de la Anciana refleja la luz de Luna que va desapareciendo.
En el instante en que su rostro está cubierto de oscuridad, la Luna comienza a resplandecer con el color rojo de la sangre. En reverencia, la gente toma asiento para sentirse enraizados en la Tierra
La Anciana y sus ayudantes se mueven con gracia entre la gente, compartiendo pequeños cuencos de arcilla llenas de un vino tinto ricamente especiado. Cada cuenco es una bendición del espíritu de vida otorgada por la Anciana y es entregada por las mujeres que sostienen sus energías en su fase menstrual. Por lo general, retiradas del mundo en el momento de la Luna Llena, estas mujeres de la Luna Roja (mujeres menstruales) regresan al mundo en este momento sagrado cuando la sangre de la Anciana colma la Luna Llena. Por un momento, el poder de la Anciana se aventura fuera de su cueva oscura y sale hacia el mundo.
Las mujeres de Luna Roja toman asiento al lado de la Anciana, y surgen del bosque las mujeres Crone: las longevas ancianas que irradian el poder de la Feminidad Sagrada. Ellas también toman asiento al lado de la Anciana: un mar de oscuras capas alrededor de un único centro rojo. Las mujeres comienzan a cantar suavemente.
Una suave luz de luna plateada comienza a reaparecer, y la gente se une a tararear… el sonido se mueve en oleadas y los baña a todos. Cuando la Luna vuelve a verse mitad luz, mitad oscuridad, la Anciana se pone de pie con la ayuda de sus asistentes.
Del grupo de gente, una mujer también se pone de pie. Ella está notoriamente embarazada, su largo cabello trenzado con flores. Camina hacia el fuego y destapa un recipiente con brasas encendidas. Con la ayuda de dos muchachas jóvenes enciende el fuego, las llamas crepitan y su luz danza sobre los rostros de los observadores. La Madre ofrece a la Anciana una gran hogaza de pan redonda hecha de masa, frutas secas, nueces y endulzada con miel. La Anciana coloca su mano sobre el pan y, bendiciéndolo, corta un trozo para comerlo. La Madre divide la hogaza, y con sus jóvenes ayudantes llevan trozos a los que están alrededor del fuego. El pan es la riqueza y la abundancia del mundo físico que envuelve al Espíritu. Cada espíritu es parte del espíritu del Universo, y cada cuerpo es parte del único cuerpo físico que envuelve al espíritu universal.
La Anciana se inclina ante la Madre y luego le da la espalda. Con la Luna casi llena, la Anciana, las mujeres de la Luna Roja y las Crones abandonan el fuego y regresan a la oscuridad. ¡Con la bendición de la sangre corriendo a través de ellos, la gente comienza a cantar y bailar y da la bienvenida a la belleza, la alegría y la sensualidad de la vida!
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